« Es mi “viejo”, quien me hizo descubrir y amar este trabajo de arboricultor »
Ya estoy de nuevo en Burkina. Las lluvias, también ellas, están de vuelta, de modo que Burkina reverdece. El sábado, 25 de junio 2011, yendo a Bobo, aproveché de la ocasión para dar un rodeo por el país dagara y saludar a mi amigo Somé Nouritol, en V7, en la carretera que va de Dano a Kumbia.
Hacia las 15 horas, le encontré trabajando en su vivero. Estaba trasplantando las plantas de mango en las bolsas de plástico ayudado por sus dos empleados. Parece ser que el período de lluvias se instala y que los clientes no tardarán en venir o en hacer sus pedidos. Esta carta quiere recordar que ya es hora para prepararse a plantar árboles, y al mismo tiempo rendir homenaje a todos los hortelanos. Todos tienen su historia personal. La del Sr Somé Nouritol me parece interesante en más de un aspecto.
Nació en el municipio de Guénguéré, cerca de Dano. En esa época, los ancianos del pueblo tenían un profundo respeto a la tierra y a los árboles. Existían bosques sagrados (en donde estaba prohibido talar un solo árbol). Por doquier, algunos árboles estaban protegidos, como el karité, el neré, la acacia albida. Pero el padre de Nouritol, un campesino entre campesinos, iba más lejos. Era un gran trabajador. Transmitió a su hijo un profundo amor a los árboles. Nouritol tenía solamente 10 años cuando su padre le decía de interesarse por los árboles. « Nos dan la vida, como el mijo y los cacahuetes. No tengas miedo de plantar árboles aunque seas el único en hacerlo. »
Ello no impidió al joven Nouritol de buscar su suerte en Costa de Marfil. Sin embargo, en 1985, vuelve al pueblo para saludar a su familia. Y encontrará a su padre gravemente enfermo. A la muerte de su padre decide permanecer con su familia. En 1990 estaba allí cuando la AVV (Autoridad para ordenación territorial de los Valles de las Voltas (ríos), con el retroceso de la mosca tsé-tsé, buscaba 65 personas para instalarlas en V7 (Valle nº 7) entre Dano y Kumbia.
Como los demás, recibió un cierto material para desbrozar nuevos campos: palas, carretillas, barrena… En 1992, un responsable de la AVV dándose cuenta de su interés y su trabajo por los árboles, le propone una formación de arboricultor en Orodara. Es aquí en donde aprenderá a injertar para obtener hermosos mangos, sino también los guayabos, los limoneros… Recibirá semillas de eucaliptus, de anacardos, de acacia albida.
En la actualidad, sin hacer ruido, por su perseverancia y su gusto por el trabajo bien hecho, sino también porque no tiene miedo en emprender nuevas iniciativas, está al frente de una propiedad en la que su tierra, su suelo y sus árboles respiran salud. Su última iniciativa: hacer un campo de mandioca. Fuimos juntos a visitarla. ¡Fantástico! De vuelta, coge un fruto de anacardo y hace esta reflexión. « Cómo la tierra es buena, este árbol da frutos todo el año. »
Al final de mi visita, viendo lo que un campesino casi solo es capaz de hacer, me digo que todo un municipio rural podría (debería) tener su “campesino horticultor”. Me pregunto en qué fase se encuentra el proyecto del Presidente: « 8 000 pueblos, 8 000 bosquecillos » ¿Por qué no un nuevo proyecto: ¡302 municipios rurales, 302 campesinos arboricultores!
Bobo-Diulaso, 26 de junio 2011
Maurice Oudet
Presidente del SEDELAN