El perro tenía dos esposas : la mona y la cabra.
La mona era la segunda esposa, como se dice ''la pequeña esposa'', era la preferida y la más querida, aunque, la primera esposa, fuese la cabra. No existía la concordia entre la cabra y, su marido, el perro. La pegaba, la injuriaba, la maltrataba en todo momento y, la cabra, sufría mucho. En cuanto a la mona, la preferida, era amada, mimada y estaba, siempre, contenta. Su marido estaba, siempre, a su lado, comían, hablaban, reían juntos a todas horas. La cabra, siempre, tenía cara larga y triste ; la mona, todo lo contrario, cara alegre y sonriente.
Pero, un día, ocurrió lo contrario. Ese día, la cabra se fué de visita a casa de su familia materna y, sus hermanos, le dieron miel. Volvió, a prisa y corriendo, para moler un poco de mijo y, hacer harina, que mezcló con la miel. Hacia el mediodía, el perro, su marido, llegó sudoroso y sofocado de su paseo y, pidió,, que le diese de beber. La cabra toma su harina mezclada con miel, añade agua y viene para darle de beber. Su coesposa estaba ausente. Cuando el perro probó el agua, vació el recipiente y preguntó a la cabra que le dijera el lugar en donde había obtenido esta agua y élla le respondió : « Son mis hermanos quienes me la han dado : la habían obtenido en la frente del mono ». El perro le pregunta : « ¿ Puede haber miel en la frente de mi mujer ? ». La cabra le responde « Los monos, ¿no son todos iguales ? » Después de haber oido la respuesta, el perro tomó su hacha, la alfiló y la guardó a su lado. Este día, la conversación cambió. Tenía palabras amables para su primera esposa. La esposa querida, no estando al corriente de nada, llegó mi alegre y su marido le dice : « ¡Date prisa para hacer harina y darme de beber, pues, tengo mucha sed ! » Enseguida se puso a trabajar, mientras cantaba, sin saber la desgracia que le esperaba. Molía el grano, cantaba con alegría, y de pronto, su marido se le presenta con una hacha escondida detrás de su espalda. Se acerca y, cuando la querida se da la vuelta para mirar al perro, recibe un hachazo en su frente. Dió un salto y se da a la fuga, perseguida por su marido querido y la mal amada, con el resto de miel, que quedaba, para esparcirla sobre las trazas de su sangre, caída por tierra. La mal amada, no viendo más trazas de sangre, volvió a su casa.
El señor perro persiguió, durante mucho tiempo, a su esposa querida. Si se sube a un árbol, él también. Así, hasta el momento en la que hace una petición a Dios. Le dice : « Señor Dios, haz que uno de nosotros esté arriba y que el otro esté abajo » Y Dios, con su poder, hizo que el perro no pudiese subir a los árboles, poniéndole una bolas en sus pies y en sus manos. Este, volvió a quedarse con la primera mujer en medio de los humanos.
Desde ese día, el perro y la mona son enemigos.