a b c B u r k i n a |
Los Estados Unidos prosiguen, más allá de los siglos y del Atlántico, con la esclavitud de los Negros en los campos de algodón |
Korokoro, Mali En cuanto llegaron los primeros buenos chaparrones de la estación de lluvias hace algunos días en este pueblo del África del Oeste, Mody Sangare atela su arado de una hoja a una junta de bueyes famélicos y comienza a arar el polvo de sus campos. Va con los piés desnudos detrás de su arado, este agricultor de 22 años pasará las 2 próximas semanas arando y sembrando 6 ha de algodón. ¿Y con qué resultado?, se pregunta. El precio propuesto para el algodón al agricultor del Malí es 10 % inferior al del año pasado, lo que le proporcionará un lamentable ingreso de dinero, ya que el precio mundial del algodón está al nivel más bajo desde hace 30 años. En la anterior cosecha, una vez pagados los costes de producción, el ingreso anual de la familia Sangare era un poco inferior a 2.000 $ (150.000 FCFA) y eso que debe satisfacer las necesidades de 24 personas. M. Sangare se inquieta este año por los bajos precios que unidos a los de los abonos y pesticidas más caros, no le permitirán ciertamente comprar los suficientes animales para reconstituir su manada. No podrán igualmente continuar pagando los gastos de escolaridad del hermano más joven, lo que es aquí un lujo. Mody Sangare y su sobrino labran su campo de algodón. "Tendremos que reducir nuestras compras" dice M. Sangare, vestido de una camisa marrón, mojada de sudor y de un pantalón verde desgarrado. "Los precios van realmente a arruinarnos". El mismo día que la lluvia caía sobre Korokoro, el algodón sembrado al otro lado del mundo en los Estados Unidos comienza a salir del espeso suelo negro de la granja del condado de Perth, una plantatción de 4.000 ha de algodón en el delta del Misisipí. Kenneth B. Hood, el mayor de los 4 hermanos, es quién dirige la explotación, sube a la cabina climatizada de su tractor (125.000 $ = 90.000.000 FCFA) y se prepara a fumigar un combinado de una dozena de fertilizantes. El enorme tractor, uno de los 12 que pertenecen a la granja, está equipado con pantallas digitales, 4 ruedas motrices y un asiento de colchón de aire. M. Hood, tiene 61 años, vestido de una espesa camisa escocesa, trabaja con la ayuda de un GPS que le indica la cantidad de abono a derramar sobre las plantas. No hay ningún signo aparente, aquí en Gunnison, que los precios mundiales del algodón hayan tocado fondo. M. Hood y su familia continúan comprando parcelas de tierra cultivables. El día siguiente, en Nueva Orleans, se dirige al hotel RIZ-Carlton en donde tiene lugar una reunión con los otros dirigentes de la Nacional Cotton Council (Consejo Nacional del Algodón). "Existen todas las razones para ser optimista" anuncia M. Hood, quien, en este año, es el presidente de sesión de este poderoso sindicato. La principal razón de las felices perspectivas de M. Hood es igualmente la responsable de la desesperación de M. Sangare : los subsidios. Los granjeros americanos los reciben en abundancia. No, los agricultores del Malí. En los años pasados, las subsidios eran ya acusados de ampliar la brecha entre países ricos y países pobres. Después del 11 de septiembre, tales subsidios han sido la razón de controversias todavía más violentas : éllos tienen un efecto contraproducente sobre los esfuerzos americanos en la lucha contra la pobreza, lucha que forma parte integrante de la campaña antiterrorista. Temiendo al terrorismo, el gobierno americano ha sido llevado a promover la ayuda al desarrollo y el liberalismo. Pero esta estrategia está minada por las subsidios acordados a los granjeros americanos, estos, subsidos arrastrando la caída des los precios de varios productos agrícolas vitales para los países en vías de desarrollo. En Mali, los Estados Unidos dedican 40 millones de dólares por año para la educación, la salud y para muchos otros programas de ayuda. Esta inversión está obliterada por la baja de los precios del algodón, principal fuente de ingresos del Mali. La compañia nacional del algodón prevee, este año, un déficit de cerca de 30 millones de dólares. Alienación y cólera En consecuencia, las personas supuestas de beneficiarse de la lucha contra la pobreza conocen una mayor alienación y una mayor cólera. El Mali, un país a dominante musulmana, ha estado extremamente tranquila después del 11 de septiembre, pero las frustaciones son sin embargo cada vez más numerosas. "He aquí lo que los Estados Unidos tienen en la cabeza : quieren dominar el mundo, económicamente y militarmente" dice M. Mody Diallo, un líder de una organización campesina de Buguni, una región del centro del Mali. Mientras tanto, la nueva política agrícola americana, rica en subsidios, implica que la mayor parte de los productores de algodón americano recibirán la mitad de sus ingresos en forma de ayudas gubernamentales. Aunque sea una parte relativamente pequeña entre los agricultores – solamente 25.000 sobre los 2 millones de agricultores que cuentan los Estados Unidos – su riqueza y su influencia es legendaria en Washington. El ingreso neto de un granjero de algodón americano, teniendo en cuenta los ingresos de la tierra y aquellos que son exteriores a la granja, es de alrededor de 800.000 $ (525 millones de FCFA al tipo de cambio de fin de junio 2002) según el ministerio americano de la Agricultura. Esta contradicción corre el riesgo de ser puesta a plena luz del día en la reunión de los líderes de los 8 países más industrializados (G8) en Canadá, que proyectan reforzar la ayuda hacia las economías de los países en vías de desarrollo. De vuelta a casa, algunos de estos líderes aumentarán o mantendrán los subsidios y el apoyo a los precios de varias variedades de productos, lo que hará que se refuerze la marginación del comercio africano. " Nuestra retórica no afecta nuestro comportamiento", dice Allan Gray, un especialista en economía agrícola en la universidad de Purdue, West Lafayette, en Indiana. "Esto demuestra que, cuando los grupos de presión actúan, la política interior de los Estados Unidos toma siempre el paso sobre la política internacional". Mientras que los subsidios protegen los productores de los Estados Unidos y en otros varios países de la caída de los precios, éllos, acentúan generalmente esta caída alentando la superproducción y, por el hecho mismo, perjudican a los agricultores de los países menos subvencionados. Pocos ejemplos son tan representativos de lo torcido de la economía que la brecha que existe entre los productores de algodón del delta del Mississipí y estos del delta del Níger. América, primer exportador mundial de algodón, y África del Oeste, tercero, están pues, los dos sujetos a la variaciones de los mercados que han hecho una carnicería los precios de 66 % desde el año 1995 para alcanzar 40 centavos la libra (635 FCFA kg algodón fibra). El comercio mundial del algodón está estancado desde los años 90 que han visto el desmoronamiento de la industria textil rusa, gran consumidora de fibra. Además, el algodón tiene un gran competidor que es el poliéster que tiende a ser cada vez más popular en ciertos países del globo. Cargados de alrededor de 3,4 mil millones de dólares de subsidios, los granjeros americanos han almacenado, el año pasado, una cosecha récord de 9,74 mil millones de libras (4,4 millones de toneladas) de algodón fibra, agravando la superproducción nacional y empujando hacia abajo los precios mundiales lejos por debajo del umbral de la rentabilidad de la mayor parte de los productores del mundo. Este año, los productores de algodón americanos esperan embolsar todavía más gracias a los 118 millones de dólares prometidos en la ley agrícola para 6 años por el Presidente Bush en el mes de mayo. El programa del gobierno asegura a los granjeros un precio mínimo de 70 centavos la libra de algodón (1542 FCFA kg de algodón fibra teniendo en cuenta el tipo de cambio 1 € = 1 $ de junio 2002) para compensar cualquier caída de los precios, y esto gracias al talonario de cheques federal. Contrariamente a las precedentes políticas agrícolas, ésta no impone a los agricultores de dejar una parte de sus tierras en berbecho para poder beneficiar de los subsidios. Por el contrario, el gobierno del Malí, acorralado para proporcionar aún los servicios mínimos de base como la salud y la educación en un país clasificado entre los 10 países menos desarrollados del planeta, no puede subvencionar su agricultura.El algodón podría ser el motor principal de la reducción de la pobreza para el Mali y los otros países vecinos según un estudio llevado conjuntamente por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacinal. En África del Oeste y África Central el cultivo del algodón emplea más de 2 millones de familias rurales. El algodón africano, cultivado en mayoría a mano, es tan bueno como el americano. Este estudio considera que la supresión de los subsidios del gobierno americano, que cuenta con 5 mil millones anuales de subvenciones a través del mundo debería, arrastrar una caída de la producción americana y conducir a un aumento en corto plazo de los precios al nivel mundial del algodón. Al mismo tiempo, éllo permitiría el aumento de los ingresos de los países del África Occidental y Central de alrededor de 250 millones de dólares. Una cantidad preciada en una región en donde la mayor parte de las personas viven con menos de 1 $ por día. En vez de éllo, es más bien lo contrario lo que se produce. La nueva política agrícola aumenta este año de 16 % la cantidad sobre la cual un productor de algodón americano puede contar. Al mismo tiempo, en el Mali, en donde el algodón representa casi la mitad de los ingresos a la exportación del país, el gobierno debe anunciar a sus productores que obtendrán un 10 % de menos de la parte de la compañía cotonera nacional. Ensanchando la brecha de la riquezas, los subsidios siembran una probable cosecha, pero más bien amarga. Los ciudadanos de los países cotoneros del África Occidental y Central en donde el islám es la religión mayoritaria, se apiñan en las ciudades europeas. Aquellos que se quedan, ven, cada vez más a menudo, a los religiosos que vienen del Pakistán o del Medio Oriente a visitar sus mezquitas y sus escuelas coránicas. En el Mali, los diplomáticos occidentales relatan que ciertas personas del Mali atraviesan la frontera con Argelia para soportar una formación religiosa al extranjero. Por el momemto el peligro no es inminente : los gobiernos laïcos del Mali y de los Estados vecinos insisten sobre el hecho que no dejarán que sus países sean terreno de reclutamiento para las organizaciones terroristas que buscan alistar las personas dejadas de lado. Sin embargo, advierten que las frustraciones aumentan con la persistencia de la pobreza. Hace dos años, la última vez que el gobierno del Mali redujo el precio de compra del algodón que paga a los productores, los agricultores boicotearon sus campos, la producción cayó y el choque estropeó la economía del país entero, desencadenando una caída del 3 % del producto interior bruto. A mitad del período de lluvias, el gobierno, temiendo la inestabilidad, recondujo el precio al nivel del año precedente. M. Diallo, el líder de la organización campesina, ayudó a organizar el boicot y no excluye la posibilidad de una futura conmoción social. "Los americanos saben que con sus subsidios, están matando numerosas economías en los países en vías de desarrollo", dice M. Diallo. Poca simpatía En el delta del Mississipi, hay poca simpatía para tales peticiones. Los agricultores americanos no quieren de la competencia suplementaria de los africanos. Con la industria textil americana estrechándose, tienen que vender cada vez más su producción al extranjero. Casi la mitad de la producción americana ha sido vendida en el mercado mundial, allá donde está en competencia con los productores a bajo coste de China, de Pakistán y de África. "Quizás sea que son los agricultores africanos los que ne debrían cultivar el algodón", dice M. Hood, portavoz de los productores y de la industria cotonera. "El delta tiene necesidad de los productores de algodón, y éstos no pueden sobrevivir sin subsidios", añade. Después de la firma por el presidente Bush de la nueva política agrícola, durante una ceremonia en Washington, el primer hombre que le dió la mano fué M. Hood, cuya explotación agrícola familial ha cobrado, el año pasado, aproximadamente 750.000 $ (492 millones de FCFA) de subsidios y espera bien ganar todavía más este año. Los granjeros americanos no siempre han estado tan dependientes. En 1996, el boom económico en Asia ha si bien dopado el pedido de productos americanos que han decidido de no respectar el berbecho ni las otras restriciciones para la obtención de subsidios. Hasta los productores de algodón, sin embargo entre los más dependientes de la ayuda gubernamental, se han unido a los otros sindicatos agrícolas para sostener un proyecto republicano en vistas a la supresión de los subsidios a partir de este mismo año. Habría supuesto el fín de más de 500 millones de subsidios agrícolas acordados desde el principio de la ayuda durante la Gran Depresión de los años 30. Pero los agricultores han perdido con rapidez sus nervios cuando la crisis económica asíatica ha aniquilado el boom a la exportación. Washington se ha entonces precipitado a la atribucción record de ayudas. La nueva ley agrícola hace volver de nuevo oficialmente al país a la política que consistía desde hace mucho tiempo a subvencionar masivamente la agricultura y con muchas menos restriciciones que en el pasado en cuanto a la elección de los cultivos. El resultado es que la producción agrícola fuertemente subvencionada corre el riego de mantener los precios mundiales deprimidos de las materias primas y éllo cuando la economía se recupera. El Congreso, no la Casa Blanca, dicta la política agrícola y los dos miembros más influyentes de la Comisión agrícola de la Cámara de Representantes vienen de Tejas, de donde proviene una quinta parte de la producción nacional de algodón : Larry Combest y Charles Stenholm. Cinco senadores americanos originarios de los Estados cotoneros asisten a la Comisión agrícola del Senado, el del Mississipi : Thad Cohram. El otro senador del Mississipi no es otro que el líder republicano, Trent Lotto. Ronnie Shows, un demócrata del Estado de Mississipi, que ocupa un escaño en la comisión agrícola de la Cámara de Representates, aparta las sugestiones de reducción de los subsidios americanos con el fin de ayudar África. « ¿Para qué querer hacer nuestros agricultores más pobres ? se preguntaba. En el Mississipi, los 1700 principales productores blancos del delta y sus propietarios rurales pueden esperar recibir cientos de millones de dólares este año . Como en el Mali, el algodón es la única gran industria de la economía del delta, una de las regiones de las más pobres de la nación americana. El algodón y las empresas que dependen del algodón generan más de 3 mil millones de dólares de ingresos para la región. Alrededor de la mitad de los empleos en algunos condados del delta dependen de la empresas que proporcionan bienes y servicios a los productores de algodón o que trabajan para éllos. La razón por la que los granjeros del delta son tan dependientes de los subsidios es porque son los productores los más caros del planeta : el coste de producción de una hectárea de algodón se eleva aquí a 1.500 $ (cerca de un millón de CFAF). Los granjeros del delta trabajan sobre vastas superficies en comparación con los agricultores del Mali. Una cosechadora de algodón puede recoger 150 balas por día, pesando la unidad 480 libras (218 kg). Un hombre efectuando la cosecha a mano tendrá necesidad de varios días para recoger lo suficiente para llenar una bala. Pero hace falta miles de hectáreas para rentabilizar el precio elevado de estas máquinas, que pueden costar hasta 300.000 $ (200 millones de CFAF) unidad. La mayor parte del delta está irrigada, así es como puede sobrevivir a los calurosos veranos de la región. Les semillas son de primera calidad y genéticamente modificadas para resistir a los insectos. Los abonos aumentan el crecimiento en la primavera y los defoliantes liberan la cápsula para la cosecha en otoño. Los agricultores del delta podrían cultivar maíz, soja o trigo, a mucho mejor precio, pero este cambio haría que una gran parte de sus inversiones perdiesen su valor. « Yo no puedo que cosechar algodón con mi cosechadora de algodón » nos explica ED Hester, inclinándose fuera del techo de su camión, mientras que un avión pasada en el horizonte esparciendo los abonos. En el delta del Niger, M. Sangare se queda mudo escuchando los « cuentos » sobre la riqueza de sus camaradas productores de algodón del otro lado del planeta. « Yo no sé si podremos comprar un nueva cuchilla para mi arado este año » dice, masticando la raíz de un árbol que, aquí, sirve de cepilllo de dientes. Una pobre existencia. El algodón también está aquí considerado como rey, pero sus agricultores llevan una existencia miserable.La familias Culibaly y Sila cultivan una de las más importantes superficies de algodón del Mali : 20 ha. 86 personas, más o menos familiares, vivent en una urbanización de chozas de argamasa de barro con dos o tres habitaciones, fuera de la ciudad de Fana. El año pasado, han producido alrededor de 40 toneladas de algodón, pero que no se han transformado en riqueza alguna. No hay electricidad, ni teléfono, ni agua corriente. Una desgraciada entena de televisión vacila sobre una de las chozas. La televisión, en el interior, está enchufada a una batería de coche. Mientras que la mayor parte de los hijos van a la escuela, pocos padres han tenido esa suerte. El clan posede 2 tractores, uno de modelo francés, viejo de 22 años. Pero durante la mayor parte del tiempo, permanecen el en hangar, pues la familia no tiene los medios necesarios para comprar los instrumentos. « Las empleamos solamente para labrar » dice Diamba Culibaly, 59 años, uno de los ‘viejos’ de la familia. « Todo el resto lo hacemos a mano : sembrar, esparcir abonos, fumigar el insecticida. El objectivo de este año es de comprar más material de equipo, pero las perspectivas son descorazonantes con la caída de los precios.. El año pasado, los campesinos del Mali recibieron alrededor de 13 centavos por libra de algodón (95 FCFA), después los gastos. Esta año, recibirán alrededor de centavos (72 FCFA). Al mismo tiempo, los precios de los abonos han aumentado de 2 centavos la libra (29 FCFA por kg). En el Mali, cada céntimo cuenta, ya que el algodón debe permitir pagar todo , desde la escuela y la alimentación hasta los comprimidos contra la malaria y la dote para las familias de las esposas eventuales. « ¿Qué hace usted si no puede pagar más los gastos ? » pregunta M. Culibaly. Un gran bocio ensancha su cuello , maldición debida a la falta de yodo. « Para nosotros, todos los agricultores, que estén en los Estados Unidos o en le Mali, son miembros de una misma familia », dice. « No debríamos dejar a un grupo de hermanos hacer todos los beneficios mientras que los otros no obtienen nada ». Las cuentas son igualmente apretadas en la Compañia del Mali para el Desarrollo del Textil, la compañía cotonera de estado, que abastece la integralité de la industria del país, de los granos hasta el desgranaje del algodón ; Élla es responasable de la vida de 3 millones de personas (sobre los 11 millones de habitantes que tiene el Mali) que viven del algodón.El año pasado, los agricultores del Mali han cultivado más de 500.000 de toneladas de algodón en un terreno de más o menos de 250.000 ha. Fué una cosecha récord, pero ha traído una pérdida mayor a la CDMT, porque el coste de cada kg del algodón desgranado era superior al precio mundial. Este déficit limita los gastos de la CMDT en los otros programas, como son la construcción de carreteras y de otras mejoras de las infraestructuras en las regiones cotoneras. Éllo ha hecho presión igualmente sobre los flacos presupuestos del Estado del Mali que detiene 60 % de la CMDT. Que la CMDT sea un monopolio ineficaz no ayuda en nada al país . De ahora en adelante, bajo la cuchilla del Banco Mundial y del FMI, la Compañia intenta reestructurarse y confiar más en el sector privado, con el fin de transmitir más dinero a los agricultores. Pero los del Mali se preguntan si esta reformas serán buenas para éllos sin un cambio de política de subsidios en los otros países. « Harían (los Estados Unidos) mucho mejor si pagasen a sus agricultores para que no cultivasen el algodón » afirma Bakary Traore, el presidente de la CMDT, sentado en su despacho de golpe ensombrecido por un corte de corriente eléctrica. « Vemos los agricultores americanos como competidores, pero el problema es que la competencia es desleal ». En Korokoro los Sangare resienten los efectos inegales de los campos de algodón. Mientras que Mody Sangare retorna a la labranza con sus bueyes , el de más edad, Madu, 39 años, nos explica el precioso sueño de la familia de emplear los ingresos del algodón para enviar el más joven de los hermanos, Bala, hacer sus estudios en Francia o en los Estados Unidos, en algún sitio con mejores empleos y perspectivas que en el Mali. Su esperanza es ver el día en el que Bala envie dinero a sus hermanos que permanecen en el caserio, con el fin de reducir su dependencia con respecto al algodón. Ahora que Bala está a punto de obtener un diploma en el liceo, los ingresos del algodón disminuyen y el sueno se evapora. « Nosostros queremos que Bala y nuestros hijos tengan una vida mejor que la nuestra » nos dice Madu Sangare. Más allá del algodón, hay una cosa, cree que tienen en común con los americanos : ¿No es lo que todo el mundo aspira ? se pregunta. * Artículo publicado en el Wall Street Journal del 26
de junio bajo el título original :
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